¿Qué quiere decirnos Dios por los turcos, los Holandeses [jansenistas], los Protestantes? Todo eso está predicando con gran claridad, todo eso está significando las perfecciones infinitas de Dios. El Faraón y todos los impíos que le siguieron y le siguen no están más que para eso. Pero, sin duda, visto todo eso con ojos humanos, la letra, la apariencia, dice lo contrario. Es preciso cerrar los ojos y dejar de cavilar con la razón para ver ahí misterios divinos.
Tú, Señor, hablas a todos los hombres en general por todos los acontecimientos que suceden en el universo. Las revoluciones no son más que olas de tu Providencia, que levantan tormentas y tempestades a los ojos de la gente curiosa.
Y tú también hablas en particular a todos los hombres a través de cuanto les va sucediendo día a día. Pero en lugar de captar ellos en todas las cosas la voz de Dios, en lugar de respetar la obscuridad y el misterio de su Palabra, no ven más que la materia, el azar, el humor cambiante de los hombres. A todo tienen que contradecir, o que añadir, disminuir o reformar, y se toman una completa libertad para cometer unos excesos que el menor de ellos, tratándose de una sola coma de la Sagrada Escritura, sería considerado como un atentado. «Esto es Palabra de Dios, se dice, y en ella todo es santo y verdadero». Y si no se comprende del todo esta Palabra, aún se le venera más y se rinde gloria y honor a la profundidad de la sabiduría de Dios, lo cual es muy justo.
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