jueves, 25 de junio de 2020

10.1. Ver al Señor en todo lo que sucede

Todas las criaturas viven en la mano de Dios. Los sentidos no ven otra cosa que la acción de la criatura, pero la fe cree en la acción divina y la ve en todo. La fe ve que Jesucristo vive y obra en todo el curso de los siglos, y que el menor instante y el más pequeño átomo contienen una porción de esta vida oculta y de esta acción misteriosa. La acción de las criaturas es un velo que cubre los profundos misterios de la acción divina.

Jesucristo, después de su resurrección, sorprendió a los discípulos en sus apariciones, presentándose a ellos bajo figuras que le disfrazaban. Y en cuanto le reconocían, desaparecía. Ese mismo Jesús, que vive por siempre, siempre operante, también hoy sorprende a las almas que no tienen una fe suficientemente pura y penetrante. No hay momento alguno en que Dios no se presente bajo la apariencia de alguna pena, obligación o deber.

Todo lo que sucede en nosotros, alrededor de nosotros o a través de nosotros, envuelve y encubre su acción divina invisible. Muchas veces nos sorprende, y cuando reconocemos su presencia, desaparece. Pero si viésemos a través del velo, si estuviéramos más vigilantes y atentos, Dios se nos revelaría sin cesar y nosotros gozaríamos de su acción en todo lo que nos sucede. Entonces, en dada instante y circunstancia diríamos: «¡Es el Señor!» [Jn 21,7]. Y en todas las situaciones que vamos recibiendo descubriríamos un don de Dios, que las criaturas son muy débiles instrumentos, que nada nos falta, y que la solicitud continua de Dios le hace darnos todo lo que nos conviene.

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