La acción de Dios realiza en la sucesión de los tiempos el plan que la Sabiduría divina ha formado acerca de todas las cosas. Todas ellas tienen en Dios su propio plan, que sólo es conocido por la Sabiduría. Si conociérais todos los planes divinos, excepto el vuestro, tal conocimiento no os valdría para nada. El ejemplo a seguir, que es propuesto por la acción divina, es el Verbo, en Él ve el modelo en el que tú debes ser formado, es decir, Él contiene todo lo que es conveniente para todas y cada una de las almas santas. Así, la Sagrada Escritura comprende una parte de todo aquello que es conveniente, y las operaciones que el Espíritu Santo forma en nuestro interior completan el resto, siempre sobre el modelo que el Verbo le propone.
Pues bien, ¿no os dais cuenta de que el único secreto para recibir el carácter de este plan eterno es ser un instrumento dócil en sus manos, y que los esfuerzos y especulaciones son para esto completamente inútiles? ¿No entendéis claramente que esta obra no va adelante en absoluto por vía de habilidad, inteligencia, sutileza de espíritu, sino por la vía pasiva del abandono, que dispone en todo a recibir y a ofrecerse, como un metal en el molde, como una tela bajo el pincel, como una piedra bajo la mano del escultor? No, no es el conocimiento de todos esos misterios divinos que la voluntad de Dios obra y obrará en todos los siglos lo que nos hace conformes al plan que el Verbo ha concebido sobre nosotros, sino la impresión admitida por nosotros de este sello misterioso. Una impresión que no se hace en el pensamiento por medio de ideas, sino en la voluntad por el abandono.
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