viernes, 26 de junio de 2020

7.6. Todo es nada sin la voluntad de Dios

Sin la voluntad de Dios, el pan es veneno, y con ella, remedio saludable. Sin ella, los libros ciegan, y con ella el atolladero más oscuro viene a hacerse una luz. Ella es todo lo bueno y lo verdadero de todas las cosas. En todas ella se da como Dios, y Dios es el ser universal. Por eso no se debe andar mirando las relaciones que tienen las cosas respecto al espíritu o al cuerpo, para juzgar de su virtud, pues en este sentido todo es indiferente. Es la voluntad de Dios la que da a las cosas, las que sean, eficacia para formar a Jesucristo en nuestros corazones. Y en modo alguno hay que poner límites a esa voluntad.

La acción divina no quiere encontrar obstáculo alguno en la criatura. Todo le es igualmente útil o inútil. Todo es nada sin ella, y la nada es todo con ella. La contemplación, la meditación, las oraciones vocales, el silencio interior, los actos de las potencias sensibles, distintos u obscuros, el retiro o la acción, serán lo que fueren en sí mismos, pero lo mejor de todo eso para el alma es todo lo que Dios quiere en el momento presente. Por eso el alma debe mirar todas esas alternativas con una perfecta indiferencia, viendo que en sí mismas no son nada.

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