La doctrina del amor puro no se adquiere más que por la gracia Dios, y no por el propio esfuerzo. Dios instruye el corazón no por medio de ideas, sino por penas y reveses. Esta ciencia es un conocimiento práctico por el que se gusta de Dios como único bien. Para adquirir esta ciencia es preciso estar desasido de todos los bienes particulares; y para llegar a ello, hace falta verse privado de ellos. Y así, no es sino por medio de contrariedades continuas y de una larga serie de mortificaciones de todas clases, respecto a inclinaciones y afecciones concretas, por lo que llega a vivirse en el puro amor.
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