viernes, 26 de junio de 2020

8.15. Lienzo o piedra que se abandonan al artista

Ese lienzo tan armonioso, esa capa tan bien aplicada, esos rasgos tan bellos, tan bien acabados, estas figuras admirables, sólo las manos de la Sabiduría divina saben hacerlo, partiendo de la sencilla tela de amor y obediencia que el alma tiende sin reflexionar, sin buscar, sin andar cavilando por saber lo que Dios hace, pues se fía de Él, se le abandona, y concentrada en su deber, no piensa ni en sí misma, ni en lo que necesita, ni en los medios para procurárselo.

Cuanto más el alma se aplica a sus pequeños trabajos, tan sencillos y ocultos, tan inadvertidos y menospreciables al exterior, más Dios la llena de cualidades diversas, la embellece, la enriquece con los bordados y colores que va mezclando: «El Señor hizo milagros en mi favor» [Sal 4,4].

Un lienzo abandonado simplemente a ciegas a la acción de un pincel no siente en cada momento sino la simple aplicación del pincel. Y una piedra inerte en cada golpe de cincel que recibe no puede sentir otra cosa que una punta cruel que la destruye. Esta piedra, al recibir tantos golpes, en modo alguno capta la figura que el obrero va realizando en ella. No siente más que un cincel que la disminuye, la raspa, la corta, la desfigura. Y esta pobre piedra, por ejemplo, en la que se va configurando un crucifijo o una estatua, y que lo ignora, si se le preguntara: «¿pero qué te está pasando?», respondería: «no me lo preguntes a mí, pues lo único que yo sé y hago es aguantar firme bajo la mano de mi artista, amarle y sufrir su acción para la obra a que me ha destinado.

Él es el que sabe cómo ejecutarla. Yo no tengo ni idea de lo que él hace y de cómo me voy transformando bajo su operación. Lo único que yo sé es que lo que él hace es lo mejor y lo más perfecto, y por eso recibo cada golpe de cincel como lo más excelente para mí, aunque, si te he de decir la verdad, cada golpe no puedo menos de sentirlo como una ruina, una destrucción, una desfiguración. Pero dejo a un lado este sentimiento y, contenta del momento presente, no pienso sino en lo que es mi deber, y recibo la operación de este hábil artista sin entenderla y sin cavilar sobre ella».

No hay comentarios:

Publicar un comentario