viernes, 26 de junio de 2020

7.7. Indiferencia espiritual

El alma que no ve las cosas sino en Dios, las toma o las deja según su beneplácito, y así viva, se alimenta y espera solamente de su voluntad, y no de las cosas, que no tienen fuerza ni virtud sino por Él. Y así, ante cualquier situación y en todo momento, debe decir como San Pablo: «Señor ¿qué quieres que haga?» [Hch 22,10].

No esto o lo otro, sino lo que tú quieras. El espíritu quiere esto, el cuerpo desea aquello, pero yo, Señor, sólo quiero tu santa voluntad. La contemplación o la acción, la oración vocal o mental, activa o silenciosa, de fe o de luz, con formas claras o en gracia general, todo, Señor, por sí mismo es nada, porque tu voluntad es lo único real y la única fuerza de todo eso. Ella sola es el centro de mi devoción, y no las cosas, por sublimes y elevadas que sean, pues el fin de la gracia no es la perfección de la mente, sino la del corazón.

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