La acción divina es más extensa y presente que los diversos elementos. Entra en vosotros por todos vuestros sentidos, siempre que usáis de ellos según la voluntad de Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo lo que le sea contrario. No ha átomo que, al penetraros, no haga penetrar con Él esta acción divina hasta la médula de vuestros huesos. Los humores vitales que llenan vuestras venas corren por el movimiento que Él les imprime. Todas las diferencias de fuerza o debilidad, de euforia vital o de desfallecimiento, la vida y la muerte, no son sino instrumentos divinos que está obrando. Y así, hasta los mismos estados corporales son todos obras de gracia. Todos vuestros sentimientos y pensamientos, vengan de aquí o allá, todo procede de esta mano invisible.
En fin, no hay corazón ni espíritu creado que pueda enseñaros todo lo que esta acción divina quiere hacer en vosotros. Pero ya lo iréis aprendiendo por sucesivas experiencias. Vuestra vida se desliza sin cesar en este abismo desconocido, donde no habéis de hacer nunca otra cosa que amar, creyendo que es lo mejor aquello que os es presente, y confiando totalmente en que esta acción, por sí misma, sólo puede haceros bien.
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