Y por lo que se refiere a la gracia y moción viva recibida en el alma, es preciso no quererla por uno mismo, ni estimular el sentimiento interior. El esfuerzo natural es algo directamente opuesto y aún contrario a esa infusión gratuita, y ésta debe darse en la paz. Es la voz del Esposo la que ha de despertar a la esposa [+Cant 8,4], que no debe moverse sino en la medida en que le impulsa el soplo del Espíritu Santo. Si ella se mueve por sí misma, no conseguirá absolutamente nada. Cuando ella no siente ninguna gracia que le incline hacia esas maravillas que hacen admirables a los santos, es preciso que ella misma se diga honradamente: «Dios ha querido esas cosas en ciertos santos, pero no lo quiere en mí».
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