viernes, 26 de junio de 2020

8.8. Vía simple y universal

La práctica de una teología tan admirable consiste en una cosa tan simple, tan fácil, tan presente, que no hay más que quererla para tenerla. Este desasimiento, este amor tan puro y universal, es actividad y es pasividad; consiste, pues, en aquello que el alma debe hacer con la gracia y en aquello que la gracia debe obrar en ella, sin exigir otra cosa que abandono y consentimiento pasivo, es decir, todo aquello que Dios quiere hacer por sí mismo -eso que la teología mística explica mediante una infinidad de concepciones sutiles, que con frecuencia más vale ignorar, pues para vivirlo sólo se necesita el puro olvido y el abandono.

Al alma le basta con saber lo que debe hacer, que es lo más sencillo del mundo: amar a Dios como a su gran y único todo, estar contenta de cómo es Él, y aplicarse a sus obligados deberes con solicitud y prudencia. Un alma sencilla, por este único ejercicio, por este camino tan recto, tan luminoso y cierto, adelanta con pasos seguros y con toda confianza. Y todas las maravillas explicadas por la teología mística, cruces y favores interiores, son obradas en ella por la voluntad de Dios sin que ella lo sepa, pues no se ocupa de otra cosa que de amar y obedecer.

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