jueves, 25 de junio de 2020

11.1. Caminando a ciegas, en total seguridad

Hay un género de santidad en el que todas las comunicaciones divinas son luminosas y claras. En cambio, en la vía pasiva de la fe todo lo que Dios comunica participa de su naturaleza y de la tiniebla inaccesible que rodea su trono. Y el alma se ve confusa, perdida en la oscuridad. Teme a veces, como el profeta, ir a caer en la fosa, caminando a través de las tinieblas.

No, alma fiel, no temas nada. En tu camino, bajo la guía solícita de Dios, no hay nada más seguro e infalible que las tinieblas de la fe. ¿Pero hacia qué lado ir, cuando la fe se hace tan obscura? Camina por donde buenamente puedas. Cuando uno no tiene camino y avanza en una obscuridad total, no se puede extraviar. No es posible dirigirse a ninguna meta y no hay objeto alguno ante los ojos.

«Pero yo siento como si cayera en cada momento en un precipicio. Tomo me apena. Ya me doy cuenta de que obro por abandono en Dios, pero parece como si no pudiera hacer nada obrando por las virtudes. Oigo a todas las virtudes, que se lamentan porque me alejo de ellas. Y cuanto más me conmueven y afectan esas quejas, más siento obscuramente que me alejo de ellas. Estimo sinceramente la virtud, pero me muevo por la inclinación interior. No estoy seguro de que me lleve bien, pero nada puede impedirme que lo crea».

El espíritu ansía la luz, pero el corazón no quiere sino las tinieblas. Todas las personas y espíritus lúcidos agradan a mi espíritu, pero mi corazón sólo gusta de conversaciones y palabras que no comprende en absoluto. Y todo su estado y camino son efectos del don de la fe, que lleva a amar y gustar de principios, verdades y caminos de los que el espíritu no tiene ni objeto, ni ideas, y en los que tiembla, se estremece y se tambalea.

La seguridad está no sé cómo en el fondo de mi corazón, y éste camina según es impulsado, convencido de la bondad de su impulso, no por evidencia, sino por testimonio de su fe. Es imposible que Dios guíe un alma sin comunicarle una certeza de la bondad de su camino, tanto más grande cuanto menos se siente. Y esta certeza afirma su victoria sobre todas las criaturas, sobre todos los miedos y los esfuerzos, sobre todas las ideas espirituales.

Es inútil entonces gritar, luchar, buscar mejor. La esposa siente al Esposo sin sentirlo, pues cuando ella le va a tocar, Él desaparece. Siente que el Esposo la rodea con su brazo derecho [Cant 2,6], y prefiere perderse, abandonándose a su guía, que le va llevando sin razón y sin orden, a tratar de asegurarse, esforzándose en seguir los caminos señalados por la virtud.

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