Es completamente justo, Señor, que el alma que no se satisface en la plenitud divina del momento presente, «que desciende del Padre de las luces» [Sant 1,17], tenga en ello su castigo, siendo incapaz de hallarse contenta con ninguna cosa.
Si los libros, los ejemplos de los santos, los discursos espirituales quitan la paz y dan sensación de hartura, eso es una señal de que no nos hemos llenado de todas esas cosas por un puro abandono al momento presente de la acción divina, sino por propia avidez. La saciedad, entonces, cierra la entrada a la plenitud de Dios, y es preciso vaciarse de todo eso. En cambio, cuando la acción divina dispone todas esas cosas, el alma las recibe como recibe todo, es decir, como voluntad de Dios, y hace uso de ellas en su justa medida, para ser fiel, y pasada su hora, las deja al instante, contentándose siempre con el momento presente.
La lectura espiritual hecha por fidelidad a la acción divina da con frecuencia inteligencia de unas ideas que los autores nunca tuvieron. Dios se sirve así de palabras y de obras de otros para inspirar verdades que no han sido expresadas. Quiere iluminar por estos medios, y se sirve de ellos en el abandono. Y todo medio dispuesto por la acción divina tiene una eficacia que supera siempre su virtud natural y aparente.
Es condición previa del abandono llevar siempre por un camino misterioso, por el que se recibe de Dios dones extraordinarios y milagrosos mediante el uso de cosas comunes, naturales, fortuitas, impuestas por el azar, en las que no se ve nada más que el curso ordinario de los acontecimientos del mundo y de los elementos. Así, por ejemplo, los sermones más simples y las conversaciones más comunes, igual que los libros menos notables, por la gracia de Dios, se convierten para estas almas en fuentes de inteligencia y sabiduría. Por eso mismo ellas recogen con todo cuidado esas migajas que los espíritus fuertes desprecian y pisan bajo sus pies. Todo les es precioso, todo les enriquece, guardan una indiferencia indecible frente a todas las cosas, sin menospreciar ninguna, respetándolas todas y obteniendo de todas alguna utilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario