jueves, 25 de junio de 2020

9.30. Contentos con lo que Dios dispone

¡Cuánta incredulidad hay en el mundo! ¡Qué indignamente piensan y juzgan de Dios, protestando sin cesar de su acción divina y tratándola como no se trataría a un artesano experto en su oficio! El alma se empeña en obrar dentro de sus límites y según las reglas que forja su débil razón. Pretende una y otra vez reformar la disposición de Dios, y todo son quejas y murmuraciones. A veces nos sorprendemos de lo mal que los judíos trataron a Jesucristo. Y sin embargo ¡ay, Amor divino, voluntad adorable, acción infalible, cómo se te trata! Pero ¿es que acaso puede ser inoportuna la voluntad divina o puede equivocarse?...

Me dirás quizá: «es que yo tengo tal asunto, me falta tal cosa, se me quitan los medios necesarios. Este hombre se atraviesa en mis trabajos, que son tan santos. ¿No es esto indignante? Esta enfermedad me sobreviene justamente cuando es absolutamente necesario que yo esté sano»...

Y yo te contesto: la voluntad de Dios es lo único necesario [Lc 10,42]. Y todo lo que ella no da es completamente inútil. No, no, queridas almas, no os falta nada. Todo eso que llamáis reveses, contratiempos, inoportunidades, sinrazones y contrariedades, si supiérais de verdad lo que son, quedaríais completamente avergonzados. Todo eso que decís, aunque no os deis cuenta, son blasfemias. Todo es no es otra cosa que la voluntad de Dios, blasfemada por sus hijos queridos, que la desconocen.

Jesús mío, cuando estabas en la tierra, los judíos te trataron de embaucador [Lc 23,2.5.14] y te llamaron samaritano [Jn 8,48]. Y ahora, hoy mismo, ¿cómo se considera tu voluntad adorable, la tuya, que vives y reinas por los siglos de los siglos, siempre digno de bendición y alabanza? ¿Habrá algún momento, desde la creación del mundo hasta nuestros días o en el tiempo futuro, hasta el juicio final, en el que el santo nombre de Dios no sea digno de alabanza? ¡El Nombre que llena todos los tiempos y que atraviesa todos los siglos! ¡El Nombre que hace santificantes todas las cosas! Pero ¿cómo es esto? ¿Será posible que eso que llamamos voluntad de Dios pueda hacerme algún mal? A ningún sitio puedo ir yo para encontrar nada mejor, si soy capaz de captar la acción divina sobre mí, recibiendo el efecto de esa divina voluntad.

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