Para decirlo más claramente: hay santidad en la medida en que amamos la voluntad de Dios, y cuanto más amamos la ordenación y voluntad divina, cualquiera que sea la naturaleza contenida en su ordenación, tanto más santos seremos.
Y esto lo vemos claramente en Jesús, María y José, pues en su vida particular hubo mucho más grandeza y forma que materia, y nunca se ha dicho que estas personas tan santas buscaran la santidad de las cosas, sino únicamente la santidad en las cosas. Es, pues, necesario concluir que no existen caminos particulares o singulares que sean más perfectos, sino que lo más perfecto en general es la sumisión a la voluntad de Dios, cada uno según su estado y condición.
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