viernes, 3 de julio de 2020

6.7. Crece el corazón como gusano de seda

Viva, pues, mi corazón en medio de la oscuridad y el secreto de Dios, y que de su raíz interior, por la secreta virtud divina, crezcan ramas, flores y frutos, y aunque yo no pueda verlos, sean alimento y gozo para los demás. Da, corazón mío, a todas las almas que vengan a descansar bajo tu sombra, buscando refresco, frutos oportunos no para tu gusto, sino para el de ellos. Que los tiernos vástagos que la gracia injerte en ti reciban una savia indeterminada, que lleve en sí todas las propiedades que convengan a cada uno de estos injertos. Hazte todo a todos [1Cor 9,22], y por ti mismo no seas sino abandono e indiferencia.

Vive, corazón, quieto y encerrado, como un gusanito en el estrecho y oscuro calabozo de tu miserable capullo, hasta que el calor de la gracia te forme y suscite tu eclosión [Sta. Teresa, V Moradas 2]. Aliméntate con todas las hojas que esta misma gracia te presenta, y tranquilo en medio de la actividad a que te lleva tu abandono, no te aflijas por la pérdida de tu quietud interior. Detente cuando la acción divina te detenga. Pierde, en estas variaciones de cesación o actividad, en incomprensibles metamorfosis, todas tus antiguas formas, métodos y maneras. Acepta, muriendo y resucitando, las formas nuevas que esa misma acción divina te irá designando.

Así es como has de formar callandito tu seda, haciendo algo que no te es dado ver ni sentir. Sufrirás en todo tu ser una agitación oculta, que condenarás tu mismo. Y envidiarás secretamente a los que están muertos o quietos, sin pensar que quizá no han llegado aún al término en que tú te encuentras, y sentirás admiración por ellos, sin saber que los has dejado atrás. La agitación de tu abandono te hará hilar una seda con que se gloriarán de vestirse los príncipes de la Iglesia, los grandes de la tierra y las almas de todas clases.

Y después de todo esto ¿qué será de ti, gusanito? ¡Oh, maravilla de la gracia! Tú hallas todos los medios para dar mil formas a las almas; pero ¿quién sabe a dónde quiere llevar a un alma la gracia? ¿Quién podrá adivinar, si no lo hubiese visto, lo que hace la naturaleza de un gusano de seda? [V Moradas 2,2]. Basta con ir dándole hojas, y la naturaleza hace el resto.

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