viernes, 3 de julio de 2020

5.1. En pura fe

El estado de pura fe es cierta unión de fe, esperanza y caridad en un solo acto que une el corazón a Dios y a su acción. Estas tres virtudes unidas forman una sola virtud, un solo acto, una elevación única del corazón a Dios y un simple abandono a su acción.

Pues bien, ¿cómo expresar esta divina unión, esta esencia espiritual? ¿Cómo encontrarle un nombre que exprese bien su naturaleza y su idea, y que haga concebir la unidad de su trinidad? Ya no son tres virtudes, sino una sola fruición y gozo de Dios y de su voluntad. Este objeto adorable se ve, se ama y se espera de él todas las cosas. A esto se le puede llamar amor puro, pura esperanza, pura fe, y a esta unidad mística puede dársele el nombre de pura fe, aunque bajo este nombre haya que entender las tres virtudes teologales. Nada hay más cierto que este estado en lo que respecta a Dios, y nada más desinteresado en lo que respecta al corazón. Por la unión de Dios y del corazón el estado de pura fe tiene, del lado de Dios, la certeza de la fe, y del lado de la libertad del corazón, la certeza sazonada por el temor y la esperanza.

¡Qué unidad tan preciosa la de la trinidad de tan excelentes virtudes! Creed, pues, esperad, amad, pero por el solo toque del Espíritu divino, que Dios os comunica y que produce en vuestro corazón. Ésta es la unión del Nombre de Dios, que el Espíritu difunde en el centro del corazón. He aquí esta palabra y revelación mística, esta prende de la predestinación y de todas sus felices consecuencias: «¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón!» [Sal 72,1].

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