Según esto, una vez que las almas se han sometido totalmente a su acción deben, pues, interpretarlo todo favorablemente, sea, por ejemplo, la pérdida del más excelente de los directores, sea la vaga desconfianza que sienten por otros que se ofrecen a serlo, y más de lo deseable -pues, en general, esos directores demasiado prontos a ofrecer a las almas su guía merecen que se desconfíe un poquito de ellos. Aquéllos que están verdaderamente animados por el espíritu de Dios no muestran de ordinario tan oficiosidad y suficiencia. Más que buscar ellos, son buscados; e incluso entonces van siempre adelante con una cierta desconfianza en sí mismos-.
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