Hay un tiempo en que el alma vive en Dios, y otro en que Dios vive en el alma. Y lo que es propio de uno de estos tiempos, es contrario al otro. Cuando Dios vive en el alma, ésta debe abandonarse totalmente a su providencia. Cuando el alma vive en Dios, debe proveerse con mucha solicitud y regularidad de todos los medios de los que puede aprovecharse para llegar a esa unión con Dios. En efecto, todos sus caminos están trazados, sus lecturas, sus asuntos todos. Su guía está a su lado, y todo está regulado, hasta las horas de hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario