viernes, 3 de julio de 2020

5.13. Dios reina en un corazón puro

¡Amemos, pues, almas queridas! Todos los bienes, para enriquecernos, no esperan sino el amor. Él da la santidad y todos los dones que le acompañan, dones inefables que fluyen por todas partes, a derecha e izquierda, de los corazones abiertos a ella. Ésta es la semilla divina de la eternidad, que jamás podrá alabarse dignamente. Vale más poseerla en secreto, que ensalzarla con débiles palabras. Pero no es preciso cantar tu alabanza solamente cuando se está poseído por ti. Pues cuando tú posees un corazón puro, leer, escribir, hablar, hacer esto o lo contrario, todo es lo mismo para el corazón. Ya nada busca, nada evita; solitario o apóstol, sano o enfermo, sencillo o elocuente, todo viene a ser lo que tú dictas al corazón.

Y el corazón, como un eco fiel tuyo, lo repite todo a las demás potencias. En este compuesto material y espiritual del hombre, en el que tú, Señor, quieres establecer tu reino, es el corazón el que gobierna bajo tu guía. Y como ya no hay en él otros movimientos que los que tú le inspiras, todo objeto que tú le ofreces le agrada, al mismo tiempo que aborrece cuanto el demonio y la naturaleza le presentan en contrario. Y si alguna vez permites que se deje engañar, sólo es para que vuelta a ti más sabio y más humilde.

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