El Señor, por secretas insinuaciones, les va haciendo entender siempre a estas almas lo que han de decir o hacer según las circunstancias: «los que temen a Dios poseen una mente recta» [Sal 110,10]. En efecto, iluminados por la divina inteligencia, se ven acompañados por ella en todos sus pasos, y ella misma les saca de los malos senderos en que entraron por ignorancia.
Y cuando se metieron sin saberlo en una situación perjudicial, la Providencia gobierna las cosas de tal suerte que todo se remedia y se vuelve en bien para ellas. Por más que estas almas se vean envueltas en las mallas de múltiples intrigas, la Providencia rompe esos lazos, confunde a sus autores, y les infundo «un espíritu de vértigo», que les hace caer en sus mismas trampas [Is 19,14]. Bajo su guía, las almas a quienes se quería sorprender hacen sin saberlo cosas que, inútiles en la apariencia, sirven después para sacarlas de todos los apuros en que su rectitud y la malicia de sus enemigos las habían puesto.
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